EL JUICIO. RELATO DE HUMOR

─Mire, mi señoría…

─Mi señoría, no, su señoría.

─Perdón, su señoría, mire. Yo fui a la empresa de este señor en busca de curro, ¿vale? Me recibió en un carro de ruedas porque había tenido no sé qué accidente unos días antes, me pidió que le diera unas vueltas, se supone que por el despacho, mientras hablábamos. Yo le di esas vueltas, pero el colega se mareó y me mandó parar. Entonces paré, y me dijo que estaba contratado. Pero ahora se desdice y se niega a darme el curro que me prometió.

─No, su señoría. La cosa no fue exactamente así. Él se presentó en mi empresa solicitando empleo. Yo, que había sufrido un percance unos días antes y me encontraba convaleciente en una silla de ruedas, le dije que me diera unas vueltas, se entiende que por los jardines de la fábrica, mientras hablábamos, pero el muy imbécil comenzó a darme vueltas por el despacho, hasta que me mareé y le pedí que lo dejara. Entonces le dije: «Estás atontado», pero nunca que estaba contratado.

─Eso es lo que dice ahora, mi majestad, digo mi señoría.

─¡Su señoría!

─Eso, su señoría. Pero que diga si no es verdad que después de darle esas vueltas, me dio las gracias. ¿A ver, por qué me dio las gracias? ¿Eh? ¡Que conteste, que conteste…!

─Yo no te di las gracias; te dije que eras una desgracia.

─Y por qué me pidió perdón por las molestias. ¡Que conteste, que conteste…!

─Yo no te pedí perdón por las molestias. Te dije que eras un bribón y una bestia. ¡Es que este hombre entiende todo al revés!

─Llegados a este punto ─concluyó el juez─, está claro que aquí alguien distorsiona la realidad. Les daré a ambos un escrito para que lo lean y me digan seguidamente lo que, según ustedes, pone. Así sabré quién es el que transmite la información más verazmente de los dos.

El empresario leyó mentalmente el texto, y a continuación lo reprodujo verbalmente, tal y como estaba escrito:

«La Justicia velará por los derechos de los más vulnerables.

Este principio no se cuestionará. Jamás

se priorizarán los intereses de los poderosos».

El joven candidato repitió el ejercicio:

«Se priorizarán los intereses de los poderosos.

Este principio no se cuestionará. Jamás

la Justicia velará por los derechos de los más vulnerables».

El juez, tras valorar la prueba, emitió su fallo en favor del patrón.

─No podía ser de otra manera. Todo estaba muy claro ─respiró aliviado el empresario.

─¡Protesto, mi señoría! ─se indignó el joven─. ¡Con razón decía usted que iba a emitir el fallo! ¡Y menudo fallo! ¡Todo a favor del mejor pastor!

─¡Trescientos euros de multa por desacato!

─¿Por qué?

─Por desacato.

─¡¿Por desatasco?! ¡Oiga, que aquí ya estaba todo atascado cuando llegué yo!

Pero como bien saben mis lectores, las cosas no siempre son lo que a primera vista parecen. Si aún no se han dado cuenta, lean el primer escrito leído por el empresario desde abajo hacia arriba, y respetando los puntos. En realidad, las dos afirmaciones estaban contenidas en la misma nota. Pero ¿quién la interpretó correctamente? Juzguen ahora ustedes.


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